Los malas tibetanos se remontan aproximadamente sobre el año
400 antes de Cristo y cuentan que sus inicios fueron en India y de ahí fueron expandiendose
por todo Asia. Muchas religiones tienen
su propio mala pero con nombres diferentes pero la función es prácticamente la misma, contar oraciones sagradas durante la
recitación de oraciones pasando de una cuenta a otra con los dedos.

El mala fue uno de los primeros utensilios utilizados en la
religión budista y en un principio estaban compuestos por semillas de árbol llamado Bodhi. En el Tibet se podían encontrar malas
compuestos por piedras como el coral, turquesas, amatistas y lapislázuli acompañados
de cobre, plata, níquel, bronce o hueso de yak por las propiedades curativas
según los creyentes . Hoy en día los podemos encontrar en innumerables materiales
y así poder complementarse con los beneficios que aportan dichos materiales.

Los de muñeca de 9,22 o 27 cuentas tienen una finalidad funcional, para que no colgaran cuando se
hacían las postraciones.
Tenemos que tratar nuestros malas con mucho respeto y
cuidado ya que es un instrumento sagrado y lleno de energía además de que no es
aconsejable dejarlo tocar por personas ajenas ya que es un instrumento
meditativo muy personal.